El riesgo de crédito da lugar a la pérdida crediticia –dinero no reembolsado por los prestatarios y gastos incurridos por la entidad al intentar recuperarlo–. Esta pérdida es una parte inevitable de las operaciones crediticias y, por lo tanto, afecta a casi todas las unidades de negocio de una entidad financiera.

Aunque el nivel de pérdida varía de mes en mes o de año en año, se puede calcular estadísticamente el nivel medio de pérdida crediticia. La media matemática de la pérdida crediticia se denomina Pérdida Anticipada (PA) y se debe considerar como un coste de negocio.

La Pérdida Anticipada en sí misma no constituye un riesgo. Riesgo implica incertidumbre y si la pérdida incurrida siempre fuera igual a la Pérdida Anticipada, no existiría tal incertidumbre. El riesgo surge de las variaciones en el nivel de la pérdida crediticia, es decir, la Pérdida No Anticipada (PNA). En términos estadísticos, la PNA es la desviación estándar de la pérdida crediticia. Conociendo la PA y la PNA de una cartera se puede estimar una distribución de probabilidad de la pérdida.

La PA puede ser calculada para cada operación, para una cartera, e incluso para una unidad de negocio. Para una cartera o unidad de negocio, la Pérdida Anticipada se obtiene como la suma de las Pérdidas Anticipadas de cada operación en la cartera / unidad.

La Pérdida Anticipada viene dada por tres parámetros: Tasa de Morosidad Anticipada (TMA), Exposición y Severidad, que, en términos de BIS II, serían respectivamente “Probability of Default (PD)”, “Exposure At Default (EAD)” y “Loss Given Default (LGD)”.

La Pérdida Anticipada puede ser calculada como un valor absoluto (miles de euros) o, más frecuentemente, como porcentaje del tamaño de la operación (%). La Pérdida Anticipada depende de la calidad crediticia del cliente, el tipo de operación y de las garantías. Dos créditos diferentes a un mismo cliente, por ejemplo un préstamo hipotecario y una tarjeta de crédito, pueden tener Pérdidas Anticipadas muy diferentes debido a diferencias en la Severidad y/o en el nivel de Exposición (o incluso diferencias en TMA en el caso de particulares).

Tasa de Morosidad Anticipada

La Tasa de Morosidad Anticipada (TMA) se define como la probabilidad de que el cliente entre en mora en un período determinado (en general, 12 meses o la duración de la exposición al riesgo de crédito). La morosidad se define, típicamente, como un impago tanto del principal como de los intereses, o una reestructuración de las condiciones del préstamo para evitar dichos impagos. Esta definición es consistente con la utilizada por la mayoría de las agencias externas de rating, como S&P y Moody’s.

Aunque la TMA se pueda calcular para cualquier período de tiempo, se suelen calcular probabilidades de entrada en mora para el mismo período, permitiendo comparaciones consistentes entre diferentes productos financieros. Sin embargo, la TMA puede y suele variar con el tiempo; la probabilidad de que una empresa entre en mora durante el segundo año de un préstamo es diferente que en el primer año.

La TMA está completamente separada de los otros componentes de la Pérdida Anticipada, en línea con las recomendaciones del BIS. Los elementos que describen el riesgo de una operación en particular, como el tipo de garantías utilizadas, están incluidos en la Severidad y en la Exposición. Sin embargo, en algunos segmentos, determinados factores de riesgo tienen un doble impacto en la Pérdida Anticipada por afectar tanto a la TMA como a la Severidad (por ejemplo: el ratio de financiación de préstamos hipotecarios a particulares).

Exposicion

La Exposición es el tamaño (en euros) previsto de una operación con un cliente en el momento de su potencial entrada en morosidad. Este importe es, con frecuencia, mayor que la cantidad dispuesta normalmente.

La Exposición en una operación de activo puede ser definida como la cantidad de dinero que el banco arriesga en el caso de que el cliente entra en mora. En otras palabras, la máxima cantidad que podría ser perdida, asumiendo que no hubiera ningún tipo de recuperación.Para productos donde el repago de principal tiene lugar en fechas y cantidades determinadas (por ej.: préstamos), es relativamente fácil calcular la Exposición, ya que ésta equivale, aproximadamente, al principal pendiente.

Sin embargo para otros tipos de productos (por ej.: líneas de crédito, derivados) la Exposición a la entrada en mora no puede ser anticipada y contiene una componente de incertidumbre.

Para estos productos el prestatario puede, en teoría en cualquier momento, utilizar la totalidad de la línea concedida por el banco. Además, un empeoramiento de la calidad crediticia del cliente conllevará una mayor utilización de fondos con el fin de evitar la mora.

Aunque la entidad prestamista pueda intentar reducir la posible exposición, cancelando la líneas no utilizadas o reduciendo los límites de las líneas que el cliente utiliza, las instituciones financieras son en general más lentas que el propio cliente en notar el empeoramiento de su condición y, a menudo, las cláusulas contractuales impiden restringir el acceso a líneas ya concedidas.

Sobre la base de estas consideraciones, podemos definir de manera cuantitativa la Exposición como la relación entre la utilización promedio de la línea en condiciones “normales” – es decir, cuando las condiciones crediticias del cliente no sugieren un empeoramiento – y el dispuesto en el momento de entrada en mora.

Podemos anticipar que el dispuesto al entrar en mora será probablemente más alto que el dispuesto en condiciones normales, es decir, que la Exposición quedará en algún punto entre el dispuesto promedio y el límite de la línea concedida.

Severidad

Cuando un prestatario entra en mora, el banco no perderá necesariamente el importe total del préstamo. La Severidad representa el ratio entre las pérdidas efectivas incurridas, como consecuencia de la entrada en mora (incluyendo todos los gastos asociados con recuperaciones), y la Exposición.

Para su cálculo es necesario pasar todos los flujos asociados a la recuperación, tanto positivos (pagos / venta de activos) como negativos (costes internos / judiciales), al valor presente en el día de entrada en mora.

La Severidad es en gran medida función del tipo de garantía. Los prestamos sin garantía tienen mucha mayor Severidad que aquellos con garantías reales. Aunque a nivel cartera se puede considerar el concepto de Severidad media, es necesario diferenciar la Severidad por tipos de garantía a nivel de transacción para obtener Pérdidas Anticipadas acordes con lo que realmente se puede recuperar de una transacción específica. Para ello es necesario disponer de los datos de recuperación y del tipo de garantía.

Pérdida No Anticipada

La Pérdida No Anticipada (PNA) es definida como la volatilidad (una desviación típica de las pérdidas crediticias anuales. La PNA de una transacción puede ser medida ‘stand-alone’ (individualmente) o en base a su ‘contribución a la cartera’.

La PNA de una cartera crediticia es considerablemente menor que la suma de las PNA ‘stand-alone’ de exposiciones individuales. Esto es resultado del efecto de diversificación entre dichas exposiciones, es decir, del hecho de que no todas las exposiciones necesariamente entrarán en mora simultáneamente. La medida clave del nivel de diversificación es la correlación de “default”, la cual mide la probabilidad de que contrapartidas individuales entren en mora al mismo tiempo.

El riesgo de una cartera puede ser separado en dos componentes:

·Riesgo Sistemático: La parte del riesgo de crédito de una contrapartida individual relacionada con factores económicos como inflación, PIB, desempleo, ciclos económicos, etc. Todas las contrapartidas de una cartera tienen este riesgo. La medida en que están expuestas a los mismos factores en las mismas zonas geográficas determinarán las correlaciones de default entre ellos y, por tanto, la PNAc total

·Riesgo Idiosincrático: La parte del riesgo crediticio de una contrapartida individual ligada a factores específicos de dicha contrapartida. Ejemplos de clientes en el segmento minorista serían enfermedad o muerte mientras que para empresas podría ser la escasa calidad del equipo gestor. Dichos riesgos existen independientemente del estado de la economía y, por tanto, están menos correlacionados

El mix de estos dos tipos de riesgo tiene importantes ramificaciones en la correlación entre préstamos y, por ello, en el riesgo total de la propia cartera.

Capital por riesgo de crédito

El capital económico es el “colchón” necesario para cubrir pérdidas no esperadas y es, por tanto, una función de la volatilidad de los beneficios de la entidad y de su estándar de solvencia deseado. La volatilidad de los beneficios causada por riesgo de crédito es cuantificada mediante la PNA (desviación estándar de pérdidas crediticias). Sin embargo, dos carteras con una misma PNA pueden requerir diferentes niveles de capital en función del nivel de solvencia deseado (rating de la entidad).

Distintos niveles de solvencia (rating) supondrán diferentes niveles de confianza. Es decir, cuanto mayor sea el número de casos de pontenciales pérdidas a cubrir, mayor será el intervalo de confianza elegido en la distribución de pérdidas y, por tanto, mayor será el capital necesario.

Oliver Wyman